Siguiendo con aquellas pequeñas cosas que salan la vida después de las vacaciones, y que imprimen las calles de rojo y amarillo, tanto en septiembre como en octubre (aunque en distinta proporción), continúo quedándome impresionado, esta vez, a causa de pequeños discursos en boca de pululantes de las alturas y de las bajuras:
1. No me preocupa el eslogan “Som Catalunya, somos España”, porque políticamente es cierto (de momento), y al menos acierta en el orden de los términos. Pero sí me preocupa el oír en bocas delatadas por el subconsciente, la frase exclamatoria “¡Cataluña es “de” España”!, evocando el sentimiento más genuino de los ancestros de las Españas, existente cuando los países no eran más que terruños que se conquistaban a base de acero y plomo, sin consulta previa, por el sólo capricho de demostración de poder; o cuando los países se repartían en reinos, cuando un rey moría, entre los hijos herederos. Ahí sí que no importaba la unidad de nada ni la independencia de lo que fuera.
Y digo yo: ¿no sería más acertado que todos esos “cides campeadores” afinaran más en su exclamación y aclamaran “¡Cataluña es de Castilla!”?
2. Viendo un reportaje teñido de enseñas rojigualdas de tamaño natural (no como las de algún ayuntamiento de Catalunya), ondeantes bajo el sol español de Madrid, escuché a un abanderado entrevistado por TV3 que decía algo muy poco importante que no recuerdo y otra cosa mucho menos importante que sí recuerdo por el tono en que lo dijo: “… ¡Que Colón no era catalán! ¡A ver si os enteráis!”. De verdad, es lo más gracioso que he oído desde lo de las empanadillas de Móstoles.
Y digo yo: ¡Que a los catalanes nos importa un rábano si Colón era catalán, genovés o de Valdebebas! ¡A ver si os enteráis!
3. Recuentos de asistentes a las manifestaciones:
11 de septiembre: Delegación del gobierno, 600.000; Guardia Urbana, 1.500.000; Organizadores, 2.000.000.
12 de octubre: Delegación del gobierno, 105.000; Guardia Urbana, 30.000; Organizadores, 160.000.
Y digo yo: que las estadísticas sobre el conocimiento de matemáticas de los pululantes españoles, ¡por Tutatis que son ciertas! Para evitar discusiones propongo “el cuento de la vieja”: situar en cada bocacalle a un trío de ilustres personas; un gorila discoteca con su contador de aforo digital (dedillo, dedillo, dedillo…al gatillo), un ilustre notario que dé fe de cada “gatillazo”, y el señor secretario, que es aquel señor que te viene a la salita con pinta de notario pero que no es, precediendo al que viene después con más pinta y que sí es.
4. El señor Aznar asoma por la recepción real, y cuchichea a la reina de las Españas, probablemente, algo sobre defender no sé qué de una unidad de no sé qué. ¡Glups,…qué miedo!
Y digo yo: como Bart Simpson… “¡Multiplícate por cero!”.